jueves, 17 de abril de 2014


No existe mayor injusticia que tratar igual a los desiguales:
Cigarras, hormigas y la Hormiga Atómica

Cuando una organización decide aplicar un sistema retributivo fijo y evita los incentivos o reconocimientos, considerando que las personas deben recibir un trato igualitario, están cometiendo un error de dimensiones y consecuencias incalculables, que además de perjudicar los resultados de la organización, desmotiva a las personas y especialmente a aquellas que disfrutan con su trabajo y se implican en los objetivos de la organización, preocupándose por mejorar sus resultados. Esta situación hoy en día todavía se produce en un gran número de empresas y el la mayor parte de la administración pública.
En una organización normal, existe siempre un pequeño porcentaje de trabajadores, en torno a un 10 % que, como las cigarras, aplican la ley del mínimo esfuerzo, mientras otras personas al igual que las hormigas de la famosa fábula, se esfuerzan en conseguir resultados llevando al límite sus capacidades. Este grupo de personas conforman el grueso de la plantilla, entre un 70-80 % del total. Cuando las hormigas perciben que su esfuerzo obtiene la misma recompensa que la recibida por las holgazanas cigarras, a pesar de que precisamente su esfuerzo es el que permite a las cigarras mantener camuflado su bajo rendimiento, algunas de ellas deciden convertirse en cigarras, una opción más cómoda aparentemente y son recibidas en su nuevo grupo con los brazos abiertos. Dentro de las cigarras existen líderes que socializan a las nuevas, inculcándoles los nuevos valores: trabajar es un castigo y hay que evitarlo, el que se esfuerza por la organización es un estúpido, porque nadie se lo va a agradecer y los objetivos de la organización son contrarios a los de los trabajadores. Los mandos son unos ineptos, los clientes son una molestia y la propiedad de la organización solo busca exprimir a las hormigas para obtener el máximo beneficio o ventajas políticas.
Esta intoxicación de negatividad crea una situación en la que la escalada de desmotivación es imparable, creándose una cultura laboral de desánimo que disminuye la motivación de todas las personas de la empresa, abocando a muchas de ellas a adoptar el rol de cigarra, con el consiguiente perjuicio para la empresa.
En cambio, hay otras organizaciones en las que solo las hormigas más aplicadas en su trabajo reciben recompensas a su esfuerzo, económicas o emocionales. Esto cambia la situación totalmente, ya que las cigarras en estas organizaciones están peor consideradas y corren peligro de que su falta de rendimiento sea muy evidente. Esto trae consigo una drástica disminución de cigarras que se convierten en hormigas con la esperanza de conseguir un premio a sus esfuerzos.
En los años sesenta del pasado siglo Hanna-Barbera creó un personaje llamado Atom Ant (La Hormiga Atómica), que poseía una extraordinaria fuerza y super poderes gracias a una radiación atómica, llevaba un característico casco con dos orificios por los que salían sus dos antenas, que tenían el poder de captar señales de quien necesitaba su ayuda. En las organizaciones excelentes, las hormigas más brillantes, desarrollan también “antenas” que les permiten percibir lo que otros no perciben y desarrollan un rendimiento superior al resto gracias a su talento natural, que como la radiación de la hormiga atómica les permite disfrutar de “poderes” que no están al alcance de las demás hormigas. Este grupo puede no existir o llegar hasta un 20 % del total.
Cuanto más café para todos exista en la organización, más alto será el porcentaje de cigarras y más bajo el de hormigas atómicas. Si por el contrario existe una cultura de superación y desarrollo, todas las hormigas querrán ser atómicas.
Pero hay algo muy importante que debemos preguntarnos ¿por qué las personas deciden ser cigarras? y ¿es posible que todos podamos ser hormigas atómicas si se producen las circunstancias adecuadas?
Desde que se estudia el comportamiento humano, existe una polémica histórica entre las teorías que defienden que las conductas están condicionadas por el entorno y los que opinan que hay factores internos que se imponen a los condicionantes ambientales. Probablemente una combinación de ambos sea la causante de las conductas y diferencias individuales. Pero en el caso del mundo laboral, para ser un trabajador estrella solo se necesitan dos cosas: una buena capacidad para realizar el trabajo y experimentar pasión por su trabajo. Cuando se producen entornos favorables, estos factores multiplican el rendimiento.
También hay que considerar que en todas las organizaciones existen cigarras, por diversos motivos resulta inevitable que existan fallos en los procesos de selección y personas que realizan su trabajo de forma mediocre, sobreviven, especialmente en empresas de gran tamaño, donde su falta de rendimiento se diluye. Es muy difícil que en una empresa de más de cien personas, no existan algunas cigarras, cuando la plantilla supera las quinientas, las colonias de cigarras están garantizadas. El tipo de trabajo también influye, pues aunque la empresa no sea muy grande, cuando la presión por conseguir resultados es inexistente y el trabajo deja de ser una actividad retadora para convertirse en una rutina aburrida, las hormigas encuentran más cómoda la vida de cigarra. Lo mismo ocurre cuando las cargas de trabajo son bajas, las personas, en lugar de esforzarse en realizar el trabajo de forma más eficiente, se esfuerzan en adaptar su jornada a las pocas tareas que deben realizar, con lo que se convierten en cigarras por una cuestión de supervivencia. Nadie reconocería que tiene poco trabajo, porque hay muchas personas que perciben esa realidad como una amenaza a su propia seguridad laboral y cuando el ambiente de trabajo está basado en la desconfianza ¿Quién se atrevería a ser el primero? Cuando otras cigarras que tienen la misma baja carga de trabajo, posiblemente estén quejándose continuamente a su supervisor de lo sobrecargadas que están. Alguien se preguntará por qué ese supervisor no detecta la situación, la respuesta es sencilla, en esos casos no es infrecuente que ese supervisor tampoco tiene mucho trabajo por lo que se ha convertido en un jefe cigarra y no le interesa que se evidencie que su equipo está sobredimensionado porque el o ella son, en parte, también responsables de la situación.

Si queremos que nuestras organizaciones sean competitivas, podemos reducir el volumen de cigarras, simplemente haciéndoles la vida más difícil, al tiempo que hacemos la vida más fácil a las hormigas, que lucharán por llegar a ser las mejores, el método es sencillo: fijar objetivos retadores, proporcionar a las personas los medios adecuados y reconocer los logros cuando se producen. Hay muchos matices, pero quedan para otra ocasión.